Insistir en el tema de pensiones es fundamental para El salvador: la justicia social está en la Constitución como un deber del Estado. Y desde que se aprobó la Constitución, por una razón o por otra, jamás se dieron los pasos adecuados para avanzar en serio en justicia social. El tema pensiones nos lo demuestra. En la actualidad viven en El Salvador aproximadamente un poco más de 800.000 personas con más de 60 años. El cálculo que hacen instancias internacionales es que sólo el 20% de este número de personas goza de pensión. En total diríamos que tienen pensión entre 160.000 y 180.000 personas. A este número se le podría sumar la pensión compensatoria de 50 dólares mensuales para la población más pobre y mayor de 70 años, que cubre aproximadamente a unas 40.000 personas. Este modelo lo impulsó el FMLN en su último Gobierno. Y tanto el FMLN como Nuevas Ideas hoy, han pagado esta pensión con severos atrasos.
Sumando la totalidad de las personas que reciben pensión, podemos hablar aproximadamente de 200.000 salvadoreños. Quedarían sin pensión aproximadamente 600.000. ¿Es esto justicia social? Que haya un número tan alto de personas sin pensión ¿es coherente con el derecho universal a una vejez digna? Honestamente: La hipocresía y la mentira se esconde con excesiva frecuencia detrás de los discursos políticos. Y no solo de ellos. Analistas, economistas, tanques de pensamiento, con demasiada frecuencia se preocupan más de si el Estado puede pagar pensiones que de la universalidad de las mismas. Una ley, como la actual de pensiones, que no toque el tema del derecho universal a la pensión, y que recete aumentos de mas de seiscientos dólares a las pensiones más altas mientras que se quedan en cien dólares las de nivel más bajo, es simplemente vergonzoso, injusto e inconstitucional, si nos tomamos en serio la justicia social. Y el problemas no es que este gobierno sea en este tema peor o mejor que los anteriores. Todos han sido deficientes e irresponsables en este tema. Igual que lo han sido algunas instituciones de la Empresa Privada que han defendido el actual sistema de pensiones en años pasados. Si como dice San Pablo en una de sus cartas, “la codicia es una forma de idolatría”, hay un exceso de idólatras entre los sectores más prominentes del capital salvadoreño. Pero el problema más grave es que no nos indigne la contradicción tan evidente entre nuestra legislación constitucional y nuestra práctica brutalmente despectiva y ofensiva contra los pobres de nuestro país.
Casi todos los gobiernos que nos han gobernado se han promovido antes de sus victorias electorales como gobiernos de cambio. Pero el famoso cambio se ha convertido en una especie de maquinaria que no solo avanza lentamente, sino que retrocede cuando los intereses de los poderosos sienten el mas ligero daño en sus beneficios. Con demasiada facilidad los gobiernos se acostumbran a que no pasa nada olvidando a los pobres. Lo más que puede pasar es que los salvadoreños emigren. Y eso no disgusta ni a poderosos económicos ni a gobierno, pues las remesas hacen en la práctica la función de protección social que le correspondería al Estado, al tiempo que fortalecen el consumo, y con él los beneficios para quienes tienen más. Que se sufra por el camino, que se añore la patria, que se rompan familias, son temas menores para quienes tienen la vida más que asegurada en nuestro propio país. En el pasado, distintas personalidades, hablaran de lo que hablaran, terminaban sus discursos con una frase final referida a un tema que consideraban clave para sus países o intereses. Ojalá cada día más entre nosotros, abunden los que insisten en este tema de pensiones, se hable de lo que se hable. Al final es un tema fundamental para entender lo que es la justicia social, la protección social y la solidaridad con los débiles y vulnerables de nuestras sociedades. Olvidarlo es simplemente convertirse en cómplices de quienes odian la justicia social, incorporada en nuestra Constitución como elemento clave de convivencia.
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