SEXTA MEDITACIÓN
“PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD”
Enseña san Juan de la cruz: “No pienses que el agradar a Dios está tanto en obrar mucho como en obrarlo con buena voluntad…”
Antes que nada, debemos recordar que lo más semejante que tenemos con Dios es el alma. El Hijo de Dios asumió también un cuerpo humano, pero siempre sigue siendo nuestra alma lo más semejante a la divinidad porque es completamente espiritual. Y nuestra alma tiene una inteligencia “capaz de conocer la verdad” y una voluntad “capaz de amar esa verdad” … por lo tanto, la buena voluntad, es aquella que se une a la suma Verdad, al sumo Amor, al sumo Bien que no es otro que el mismo Dios. Los hombres y mujeres de buena voluntad son aquellos que durante toda la historia de nuestra existencia han buscado siempre hacer el bien, es decir, cumplir con la voluntad de Dios.
Por lo tanto, para tener buena voluntad no hay otro camino que el de amar intensamente a Dios. Porque “si amamos a Dios con sinceridad vamos a amar necesariamente lo mismo que Él ama”, y el fruto de la buena voluntad, no es otro que “la paz”.
No hablamos aquí de la paz terrena, de esa tranquilidad exterior de que nadie nos moleste ni haya ruido, sino de una paz que, desde el pecado original, había sido el gran deseo de todos los hombres; hablamos aquí de la “paz del alma”; de esa paz que trae consigo el Niño-Dios y que ni siquiera los sufrimientos de esta vida, ni los ataques de los malos nos la pueden quitar. “Solamente el pecado es capaz de acabar con la paz del alma”, pero si vivimos según la ley de Dios, inclusive el momento de nuestra muerte estará lleno de paz. Por lo tanto, toda nuestra vida debe convertirse en una verdadera alabanza a Dios mediante nuestra buena voluntad que, como dijimos, es la gran conquistadora de la paz. Por eso decía san Bernardo: «Bendecirás al Señor en todas las ocasiones y así, en medio de un mundo vacilante, encontrarás la paz, una paz inquebrantable» . Recordemos, finalmente, que esta paz del alma, como todo bien, tiene la capacidad de difundirse hacia los demás, como decía san Ambrosio: «Empieza por tener paz en ti mismo, y así podrás dar paz a los demás» .
Que esta Navidad sea nuestra gran oportunidad de cambiar nuestras torcidas intenciones en buena voluntad, para poder alcanzar así, ya en este mundo, una paz en el corazón que nadie, salvo nosotros si así lo decidimos, nos podrá arrebatar jamás.
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