Día 11
DE LA FERVOROSA ENMIENDA DE NUESTRA VIDA
Texto para meditar: Imitación de Cristo, libro I, cap. 25
Se hallaba uno lleno de congoja, luchando entre el temor y la esperanza,
y un día, cargado de tristeza, entró en la iglesia, y se postró delante del
altar en oración, y meditando en su corazón varias cosas, dijo: ¡Oh! ¡Si
supiese que había de perseverar! Y luego oyó en lo interior la divina
respuesta: ¿Qué harías si eso supieses? Haz ahora lo que entonces
quisieras hacer, y estarás seguro.
Y en aquel punto, consolado y confortado, se ofreció a la divina voluntad,
y cesó su congojosa turbación.
Y no quiso escudriñar curiosamente para saber lo que le había de
suceder, sino que anduvo con mucho cuidado de saber lo que fuese la
voluntad de Dios, ya sus divinos ojos más agradable y perfecto para
comenzar y perfeccionar toda buena obra.
El profeta dice: Espera en el Señor, y haz bondad, y habita en la tierra, y
serás apacentado en sus riquezas.
Detiene a muchos el fervor de su aprovechamiento, el espanto de la
dificultad, o el trabajo en la pelea.
Ciertamente aprovechan más en las virtudes, aquellos que más
varonilmente ponen todas sus fuerzas para vencer las que les son más
graves y contrarias.
Porque allí aprovecha el hombre más y alcanza mayor gracia, adonde
más se vence a sí mismo y se mortifica el espíritu.
Pero no todos tienen igual ánimo para vencer y mortificarse.
No obstante, el diligente y celoso de su aprovechamiento, más fuerte será
para la perfección, aunque tenga muchas pasiones, que el de buen
natural, si pone poco cuidado en las virtudes
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