Día 15
NECESITAMOS A MARÍA PARA MORIR A NOSOTROS MISMOS
Primer texto para meditar: Lc, 13: 1-5
Por aquel tiempo se presentaron algunos, que le contaron lo de los
galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que
ofrecían, y respondiéndoles, dijo: ¿Pensáis que esos galileos eran más
pecadores que los otros por haber padecido todo esto? Yo os digo que
no, y que, si no hiciereis penitencia, todos igualmente pereceréis.
Aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿creéis
que eran más culpables que todos los hombres que moraban en
Jerusalén? Os digo que no, y que, si no hiciereis penitencia, todos
igualmente pereceréis.
Segundo texto para meditar: Tratado de la Verdadera
Devoción a la Santísima Virgen, núms. 81 y 82
Para vaciamos de nosotros mismos es menester morir a nosotros
mismos todos los días; es decir, es menester renunciar a las operaciones
de las facultades de nuestra alma y de los sentimientos de nuestro
cuerpo; es menester ver como si no se viese, oír como si no se oyese,
servirse de las cosas de este mundo como si no se sirviese uno de ellas, lo
cual llama San Pablo morir todos los días (1 Cor 15, 31).
Si al caer el grano de trigo en la tierra no muere, permanece solo y no
produce fruto bueno (Jn, 12, 24). Si no morimos a nosotros mismos y si
nuestras devociones más santas no nos conducen a esta muerte
necesaria y fecunda, no produciremos fruto alguno, y serán inútiles
nuestras devociones; todos nuestros actos de justicia estarán
mancillados por el amor propio y la propia voluntad, lo que hará que
Dios tenga por abominación los mayores sacrificios y las mejores
acciones que podamos ejecutar, y a nuestra muerte nos hallaremos con
las manos vacías de virtudes y de méritos, y no tendremos una centella
del amor puro que sólo se comunica a las almas muertas a sí mismas,
cuya vida se esconde con Jesucristo en Dios.
Es menester escoger entre todas las devociones a la Santísima Virgen, la
que más nos lleve a esta muerte propia, como que es la mejor y más
santificante, porque ni es oro todo lo que reluce, ni miel todo lo dulce, ni
lo más factible y practicado por la mayoría es lo más perfecto. Como en el
orden de la naturaleza hay operaciones que se hacen a poca costa y con
facilidad, asimismo en el de la gracia hay secretos que se ejecutan en
poco tiempo, con dulzura y facilidad, operaciones sobrenaturales y
divinas que consisten en vaciarse de sí mismo y llenarse de Dios, y lograr
así la perfección.
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