Segundo texto para meditar:
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen,
núms. 261-265
Es menester practicar estas acciones en María. La Santísima Virgen es el
verdadero paraíso terrenal del nuevo Adán, del cual el antiguo paraíso
terrestre era sólo figura. Hay, pues, en este paraíso terrenal riquezas,
bellezas, singularidades y dulzuras inexplicables que el nuevo Adán,
Jesucristo, dejó en él. En este paraíso tuvo Él sus complacencias durante
nueve meses, obró sus maravillas y ostentó sus riquezas con la
magnificencia de Dios. En este paraíso terrestre es donde
verdaderamente está el árbol de la vida, que es Jesucristo, fruto de la
vida eterna; el árbol de la ciencia del bien y del mal que ha dado la salud
al mundo. Hay en este lugar divino árboles plantados por la mano de
Dios y rociados con su divina gracia, que han producido y todos los días
dan frutos de un sabor exquisito. Solamente el Espíritu Santo puede
hacer conocer la verdad escondida bajo las figuras de las cosas
materiales. El Espíritu Santo, por boca de los Santos Padres, llama
también a la Santísima Virgen, la puerta oriental por la cual el gran
sacerdote Jesucristo entró en el mundo, por ella entró la primera vez y
por ella vendrá la segunda.
Por último, es necesario hacer todas nuestras acciones para María. No
que la tomemos como el último fin de nuestras acciones, que es sólo
Jesucristo, sino por nuestro fin próximo, nuestro misterioso medio y
manera segura para ir a Él. Es necesario emprender y hacer grandes
cosas para esta augusta soberana, apoyados en su protección. Es
necesario defender sus privilegios, cuando se le disputan, es necesario
sostener su gloria, cuando se la ataca, llevar todo el mundo, si se puede, a
su servicio y a esta sólida y verdadera devoción. Es necesario no
pretender de ella, como recompensa de estos pequeños servicios, más
que el honor de pertenecer a una tan amable Princesa y la felicidad de
estar por Ella unidos a Jesús Hijo en el tiempo y en la eternidad.
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