Cuando decimos en el Símbolo de los Apóstoles que creemos la Iglesia, no debe entenderse solamente de la Iglesia visible, de la que ahora tratamos, sino que comprende también a todos los elegidos de Dios, en cuyo número están todos los que han pasado a la otra vida. Y de acuerdo a esto, la palabra usada es “creer;” porque con frecuencia no se puede notar ninguna diferencia entre los hijos de Dios y los infieles, entre Su rebaño y las fieras salvajes.
Creemos la Iglesia. Muchos intercalan aquí la partícula en, sin razón alguna. Confieso ser esto lo que más comúnmente se emplea hoy día, y que ya antiguamente había estado en-uso, pues el mismo Símbolo Niceno, según se cita en la Historia Eclesiástica, dice: "Creo en la Iglesia". A pesar de ello, la fórmula creo la Iglesia, y no en la Iglesia, aparece también en los escritos de los antiguos Padres; y ha sido aceptada sin dificultad. Porque san Agustín, lo mismo que el autor del tratado sobre el Símbolo que se ha atribuido a san Cipriano, no solamente hablan así, sino que expresamente notan que esta manera de hablar sería impropia si se añadiese la partícula en. Confirman su opinión con una razón que no es despreciable. Testificamos que creemos en Dios, porque nuestro corazón descansa en Él como Dios verdadero, y que nuestra confianza reposa en Él. Lo cual no se aplica a la Iglesia, ni tampoco a la remisión de los pecados ni a la resurrección de la carne. Por tanto, aunque yo no quisiera discutir por meras palabras, sin embargo preferiría usar los términos con propiedad para que queden claras las cosas, en vez de emplear términos que oscurezcan el asunto sin razón.
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